El Ágora de Alhaurín

  • Diario Digital | sábado, 27 de abril de 2024
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Reflexiones de servilleta. Tiempo de granadas

Granadas, otoño. Foto: Ernestina García
Foto: Ernestina García
Reflexiones de servilleta. Tiempo de granadas

Llega ya el tiempo de las granadas y las primeras lluvias…
Lo suele hacer acompañado de un aire que refresca y suaviza todo aquello que el verano, impulsivo como buen Leo, ha avasallado. Deshidratados campos, cuerpos, cabellos y demás, que, agotados, se preparan para un nuevo ciclo.
Los dorados comienzan, a mediados de septiembre, a tornarse ocres, oros viejos y cobres. Los colores, en general, se sosiegan y nos permiten apartar las gafas de sol que nos había colocado el estío, apabullante, indiscreto. Incluso el mar adopta una paleta más sobria y comienza a imponernos cierta distancia…
Llega ya el tiempo de las granadas, de cierta introspección, de sentarse en la cocina mientras fuera, comienza a oscurecer. Con paciencia y dejando el móvil de lado, con la televisión de fondo o una conversación intrascendente, íntima, del diario, toca desgranar. Recordar al vecino que ya no está y te regalaba estas frutas.

Tengo que reconocer que es un rito sencillo y relajante que me abstrae y valoro más conforme mayor me hago… Porque es este tiempo, precisamente, el de mi cumpleaños. Y me ha dado por pensar que por algo será.
La granada es una fruta que de primeras, puede no resultar especialmente atrayente, con su cáscara dura y el tono algo apagado. Pero solo tienes que tomarte una pequeña molestia.
Pararte y desgranar, para encontrar un tesoro, una colmena llena de rubíes.
Rubíes.
Rubíes crujientes, que explotan en tu boca y la inundan de dulzura. Aunque haya quien solo sepa ver el puntito blanco del interior, el contrapunto áspero. Ese que, como en la vida, te pone los pies en el suelo, sin impedirte mirar al cielo.
Frutos llenos de propiedades, versátiles como pocos.
Que tan solo te piden algo de tiempo.
Dedicación.
Una cierta voluntad de mirar más allá, trascender al vistazo rápido, a la impresión primera.
Como las cosas que valen la pena o los procesos vitales. Como las personas auténticas…

Llega el tiempo de las granadas. De desgranar, sin prisa, sin dañar, con mimo.
Y saborear la recompensa, el dulzor, aceptando su punto de aspereza.
Ya es tiempo de parar un poco…
Ya es tiempo de granadas.